martes, 31 de octubre de 2017

Las Cavernas Ahogadas

  Luego del primer encuentro con los diablos del mar, el agua de la pequeña cueva queda enturbiada por la sangre que mana de las heridas de humanos y hombres tiburón por igual. Alain, el mago del mar, está muy golpeado y necesita descanso. Antes de retirarse, Altair, primer oficial del Tempestad, decide revisar las pertenencias de los sahuagin y, a pedido de Alain, empieza a llevarse uno de los cadáveres para que el erudito lo estudie.
  Cuando están por salir de la cueva, Lunder, el arqueólogo, tiene un ataque de convulsiones. De entre sus pertenencias saca un libro con todo el cuerpo agitándose. El Capitán Max es el primero en percatarse de los temblores del extraño semielfo, y se acerca a él. Pero, de pronto, de las páginas del insólito libro sale una nube de tinta que envuelve al navegante y al investigador por igual. En seguida, la negrura se disuelve y sólo queda flotando el tomo. El resto del grupo, totalmente sorprendidos, agarra el libro y vuelven a la caverna anterior. Allí, se toman un tiempo para analizarlo. El grueso tomo parece estar encuadernado con una piel escamosa, negra. En la portada se pueden ver unos tentáculos, parecidos a los de un pulpo. De estos apéndices rezuma una sustancia viscosa y lechosa que cubre completamente al libro. Cuando intentan abrir el tenebroso ejemplar, parece que las portadas y las páginas están pegadas entre sí. Ni siquiera la fuerza combinada de Altair y Voros es suficiente para separar las hojas. Alain intenta averiguar con su magia qué le sucedió a su Capitán. El hechizo parece efectivo, pero no logra encontrar ningún rastro de magia.

El libro de Lunder
   Al no poder obtener ninguna respuesta concreta, deciden tomarse un descanso para recuperarse de las heridas, a la espera de que el libro devuelva a su Capitán. Durante este tiempo, Alain analiza el cadáver del hombre tiburón para intentar descubrir alguna debilidad en los monstruos.
  El erudito descubre ciertas características de la anatomía sahuagin:
  • La dentadura consiste en dos conjuntos de dientes. Los incisivos y los caninos frontales, hechos para desgarrar, y una serie de pequeños dientes en el interior de su boca, hechos para triturar la comida.
  • Los ojos cuentan con una membrana protectora que les protege de la luz. Además sus pupilas parecen tener la capacidad de expandirse para poder ver en las profundidades del océano.
  • Parecería que no tienen pulmones, si no que respiran por medio de agallas, las cuales se encuentran en los laterales de sus poderosos cuellos. Las agallas cuentan con una protecciones de rígido cartílago que pueden cubrirlas, evitando que se sequen y permitiendo a los sahuagin salir a la superficie.
  • La cola del hombre tiburón está compuesta de fuertes músculos, lo que le permitiría alcanzar grandes velocidades de nado.
  • Las escamas que cubren al sahuagin son muy duras y resistentes, lo que explica lo difícil que es herirlos.
  Al terminar su corto descanso, y no percibir ningún cambio en el libro de Lunder, Altair, quien ahora lidera al grupo, decide que deben avanzar, esperando encontrar la razón por la que los diablos del mar acechan en las cuevas. Cuando regresan a la caverna donde pelearon con los hombres tiburón, pueden ver que la sangre que enturbiaba el agua fue arrastrada por la corriente, y no hay ningún rastro de los cadáveres de los sahuagin.
  Continúan nadando, y entran a otra caverna, similar a la anterior. La luz mágica de Alain les permite observar un grupo de rostros llenos de dientes, el combate se desata. Altair y Voros caen rápidamente bajo la influencia de los tridentes envenenados, por lo que el mago decide utilizar uno de sus hechizos más poderosos: el Rayo. Grande es su sorpresa al ver que, al ser invocado bajo el agua, el relámpago es más grande y potente de lo esperado, afectando a todas las criaturas a su alrededor, sahuagin y aliados por igual. Rápidamente, el mago saca de su mágica bolsa unas vendas para estabilizar a sus compañeros. Luego retrocede a la caverna para que puedan recuperarse.
El Rayo de Alain
  Luego de que Voros y Altair vuelven a estar consientes, deciden tomarse un tiempo para recuperarse de sus heridas y volver a preparar sus hechizos. Durante este tiempo, pueden ver que la marea cambia, haciendo que suba ligeramente el nivel del agua. Al despertarse y recoger su improvisado campamento, se sumergen bajo las aguas; pudiendo respirar con la ayuda de los poderes de Voros. Avanzan por las cavernas, encontrando los cuerpos carbonizados o a medio devorar de sus enemigos, se ve que los sahuagin se comen a sus muertos. Antes de seguir revisan los cuerpos buscando algo de valor, encontrando algunas cosas curiosas. Los hombres tiburón llevan en pequeñas redes trozos de coral, perlas y caracoles marinos como si fueran monedas. Además recogen sus tridentes, los cuales tienen las puntas de metal. Esto sorprende a Alain, que conociendo el océano, piensa que el acero debería haberse oxidado hace tiempo. Tal vez la pátina de grasa que los cubre podría explicar lo bien conservadas que están las armas. También se percatan que algunos de los tridentes tienen una cobertura de una sustancia viscosa de color negro con vetas naranjas, tal vez el veneno que tanto daño estuvo haciendo al grupo.
  Por último, Altair se lleva una red para pescar de un sahuagin, la cual tiene atada dientes, piedras afiladas y pedazos de coral. Parecería ser algún tipo de arma o herramienta.
  Finalmente salen a una gruta a medio llenar de agua salada. A la luz de la magia de Alain pueden ver que el agua se acumula en una pileta, donde se forma un lento remolino. La corriente no es muy fuerte, pero parece poder arrastrar al pequeño pulpo, compañero del mago. A un costado de la laguna se puede ver una playa de roca desnuda. Al investigarla encuentran marcas de garras, los hombres tiburón han estado aquí. La gruta parece no tener salida, pero una revisión más minuciosa les permite encontrar una corriente en una de las paredes. Usando una soga logran quitar las rocas que obstruyen un pequeño túnel subacuático.
  Al seguir este pasaje salen a una cueva similar a las anteriores, donde un grupo de hombres tiburón los espera. Los diablos del mar intentan atrapar en sus redes al elfo, pero éste las esquiva con su gran agilidad. Empieza un duro combate, los puños de Altair, sumados a los hechizos de Alain y Voros son efectivos, pero la superioridad numérica de los sahuagin está a punto de vencerlos. Al ver caer bajo los efectos del veneno a sus compañeros, el primer oficial del tempestad realiza una proeza inspirada en su desesperación. Agarra la red con la que intentaron atraparlo, y con un rápido movimiento, apresa a los monstruos. Lo que sigue es un despliegue de las artes marciales de Altair, los puñetazos del elfo logran matar a las criaturas marinas. El grupo se salva por poco, y Altair los lleva a la gruta con el remolino para recuperarse.
Los Sahuagin atacan
  Mientras los heridos descansan, el elfo profana los cadáveres de los sahuagin, adornándose con trofeos extraídos de sus cuerpos. Dientes, escamas y aletas forman ahora parte del atuendo del guerrero. Voros, al ver los cruentos amuletos, parece confirmar sus creencias que la situación "no está bien". Luego de curarse las heridas con la magia del tritón, los aventureros siguen explorando las cavernas hasta llegar a una cueva con forma ovalada. El agua en esta gruta emite una luz verdosa que ilumina el recinto. La cueva está a medio llenar del agua fluorescente, formando una pileta de la que se alza un pequeño atolón. Con la verdosa luz pueden ver una pila de trofeos en el islote: ¡media docena de calaveras humanas! Además, se nota que esta gruta es un punto central del complejo de cavernas, ya que hay seis túneles perforando las paredes.
Agua fluorescente
  El grupo se acerca a las calaveras para inspeccionarlas. En seguida notan marcas de dientes y mordidas en el hueso. Antes de continuar, y temiendo otra emboscada sahuagin, envían al pulpo de Alain a explorar los túneles. El primer pasaje que revisa parece sumergirse en las aguas y avanzar por un largo trecho. En una curva del corredor subacuático una pequeña alcoba contiene unas redes hechas de algas de donde cuelga una serie de herramientas de hueso y piedra. Siguiendo el túnel, Alain puede ver, a través de los ojos de su familiar, tres hombres tiburón pescando en una gruta llena de pequeños peces grises. El grupo decide emboscar a los monstruos usando las redes como trampa.
  Por alguna razón, los diablos del mar los detectan y avanzan a atacarlos. Alain usa su magia para provocar una imparable risa en uno de los enemigos, y una serie de chillidos y ladridos son arrastrados por las aguas hasta los oídos de los exploradores. Voros intenta engañar a uno de los sahuagin con un hechizo que crea varias réplicas ilusorias. Pero. evidentemente, el monstruo puede ver a través del engaño y no se distrae: clava su tridente en el tritón. La batalla no es larga, y los compañeros logran imponerse. Al terminar la pelea revisan el nicho con las herramientas. Allí encuentran una colección de cuchillos y pequeños trofeos, además de un pez globo embalsamado al que le arrancaron todas sus espinas y que ataron fuertemente su boca con un cordón. Voros les dice que tengan cuidado, esos peces son muy venenosos.
  Regresan a la gruta de aguas brillantes, donde revisan otro de los túneles. Esta vez, el agua llega a media altura. Las luces mágicas del mago del mar iluminan una serie de salientes por sobre el nivel de la marea. El ágil elfo escala las paredes de roca para poder revisarlos. En el primer saliente no descubre nada más que la roca desnuda, pero en el segundo encuentra el cadáver hinchado de un hombre. Su piel flácida le indica que su muerte no fue a manos de los hombres tiburón, parece haber muerto ahogado. El monje reconoce el cuerpo, es Reigan el primer oficial de El Barrefondo. Una rápida revisión de los restos le permite encontrar una bolsa con algunas monedas, un par de las estatuillas de piedra verde y un frasco de cristal. Al abrirlo puede ver una crema de color azul, con un aroma a canela y azúcar. Al mostrársela a Alain, la identifica como una crema hecha con Arándanos Lunares, unas frutas con propiedades curativas.
Crema de Arándanos Lunares
  Después de decir unas palabras en honor del marino caído, Altair revisa el último balcón de roca. Allí encuentra señales de que se estuvo trabajando recientemente. Un montón de rocas se apila al fondo de la repisa. Además, sobre una piedra plana, hay una quincena de estatuillas de piedra verde. El grupo las observa, notando que los tallados tienen más forma de anguila que de humanoides. De todas formas, temiendo una trampa, dejan las estatuas en su lugar. El túnel que están investigando se fue curvando sobre si mismo, y los lleva de nuevo a la gruta de aguas relucientes.
  Allí eligen un nuevo pasaje para investigar. Mientras lo siguen, se percatan que las aguas siguen brillando, por lo que creen que este extraño fenómeno puede tener su origen en las cuevas que pueden ver más adelante. Salen a una gruta con el agua hasta la mitad de su altura, rodeando una pequeña isla. Este islote es realmente un gran bloque de la misma roca verde que las estatuillas, húmeda por las mareas. Al no encontrar nada extraño, sobrepasan el islote y ven un recodo de la pared donde se acumula el agua fluorescente.
  Al acercarse ven que el brillo no se limita sólo al agua, si no también a las paredes. Voros lo revisa, y se da cuenta que la luz proviene de una especie de musgos que crece por encima del agua salada. Evidentemente estas plantas pueden vivir tanto fuera como dentro del agua, haciendo parecer que son las aguas las que brillan. Mientras Alain y Voros estudian el nicho pueden ver un denso banco de almejas en el fondo de la pileta. Altair y el mago empiezan a discutir si deberían buscar alguna perla entre los moluscos, pero, en seguida, el druida los interrumpe diciéndoles que no deben perturbar el orden natural. Los tripulantes de El Tempestad acceden, temiendo enemistarse con el tritón.
  Dejando atrás las ostras y sus perlas, terminan de revisar la caverna con la isla de roca verde. Allí descubren una repisa de piedra por encima del nivel de las mareas. Al subir, pueden ver señales de que un humano pasó recientemente. Siguiendo los rastros, llegan a lo que parece un nicho en la roca que estaría completamente vacío si no fuera por la figura humana vestida con harapos que yace en el fondo de la hendidura. Huesos de peces y conchas de ostras ensucian la zona, entre los que pueden ver una vejiga cerrada y a medio llenar. Cuando Altair se acerca, el pobre hombre se levanta con un grito de alarma, sus movimientos muestran lo débil que está. En sus manos empuña el hasta de un tridente roto, como si fuera un garrote.
  "¡Aléjate de mi, diablo!"- grita el hombre, mientras ataca al elfo. Aunque es herido, Altair inmediatamente usa una de sus tomas de combate para aturdir y desarmar al loco. Cuando se recupera no entiende qué es lo que está pasando y sigue creyendo que el grupo está compuesto por sahuagin, más aún cuando ve a Voros. Parece tranquilizarse cuando el primer oficial menciona al Capitán Max, pero sigue confundido por la presencia del tritón. Finalmente, cuando Alain le ofrece un odre de agua dulce, su rostro se ilumina de felicidad y empieza a beber a grandes tragos. Cuando vacía la cantimplora parece haber más lucidez en su mirada. Se disculpa por haberlos confundido con los hombres tiburón, y se presenta como Olmes Oakham, parte del equipo de Lychelle.
Olmes Oakham, el sobreviviente
    Olmes les explica que la mayoría de la tripulación fue devorada por los sahuagin. Sin embargo, algunos fueron perdonados y hechos prisioneros para interrogarlos, entre ellos la pobre Chelle. Los prisioneros fueron trasladados a una caverna en lo profundo del complejo; fue durante ese traslado que Olmes pudo escapar matando a uno de los diablos del mar. Mientras les cuenta sus desventuras, les muestra el contenido de la vejiga, diciéndoles que se la robó al cadáver. Dentro del contenedor hay un líquido amarillento, que libera un fuerte olor a pescado podrido. Olmes les dice que es mágico, y que le permitió respirar debajo del agua. Según las preguntas que les hicieron a los prisioneros, los sahuagin sólo estan interesados en las estatuillas de piedra verde y no paraban de preguntarle a Chelle por "La Piedra que Espera". Olmes cree que se referían a una gran estatua tallada, escondida en algún lugar de las Cuevas Inundadas. Este complejo se encuentra por debajo de las cuevas que el grupo estuvo explorando.
  Viendo el pobre estado del marino, los aventureros deciden regresarlo a la superficie. Olmes se toma el resto del líquido amarillento, con bastante dificultad. En seguida le crecen agallas a los costados del cuello, y se zambulle en el agua brillante.
  Cuando llegan a la caverna con las calaveras, se toman un instante para descansar y orientarse. Es en este momento que el libro de Lunder empieza a vibrar con tanta fuerza que se libera de su sostén entre las ropas de Alain. Cuando golpea el suelo de roca, el tomo se abre y brota de sus páginas una sustancia negra, viscosa y burbujeante. El oscuro barro crece hasta formar un montículo tan alto que llega hasta los tobillos del grupo. De pronto, el líquido se transforma en humo, que rápidamente se disipa, revelando a Lunder y al Capitán Max. Ambos están inconscientes, pero empiezan a despertar.
La sustancia que brotó del libro del arqueólogo

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