domingo, 1 de octubre de 2017

El Archipiélago de Moray

  Una semana tarda el Tempestad en rodear el Cabo del Bosque hacia el sur de Bahía de los Cisnes, siempre a la vista de los altos árboles del país de los elfos. Durante este tiempo, los tripulantes se afanan en sus tareas, renovando esfuerzos cuando el Capitán Max les dice que están yendo a ayudar a Lychelle. La mujer es una antigua amiga del Tempestad, una exploradora del mar que rescata tesoros de entre las olas y tiene un pequeño barco, el Barrefondo, tripulado por jóvenes que comparten su ansia de aventura. Lychelle siempre les da buenos y fructíferos trabajos al Tempestad, ayudándola en su comercio con sus contactos en todos los puertos del continente. Algunos de los marineros más pícaros hablan de que hay algo más entre el Capitán y la joven de Isla Anguila, pero él mantiene un calmado silencio a las habladurías de los viejos lobos de mar.

El Bosque
Lychelle
  Luego de un tiempo en alta mar, el Tempestad llega a la corriente cálida de Moray. El archipiélago es conocido por su abundante vida marina, y sus islas están habitadas por pescadores y comerciantes enriquecidos con los tesoros del mar. Debe haber unas 20 o 30 islas en Moray, con una mixtura de razas y etnias que es difícil definir. Uno puede encontrarse con gentes tan variadas como Isleños Oscuros, Libertos del Este, Elfos de las Islas, del Bosque y del Mar, y humanos de todas las naciones y colores.
Habitantes del Archipiélago de Moray
  La travesía hacia Isla Anguila lleva a la Tempestad a recorrer el norte del archipiélago. Apenas observan las primeras islas al sur, la tripulación festeja, siempre es bueno tener tierra a la vista. Pero en seguida, un sonido siembra el temor entre los marinos. El ruido del trueno y la luz del relámpago. Una tormenta se avista en el horizonte, en el curso a seguir por el Tempestad.
  Alain, con su conocimiento de los fenómenos climatológicos y del océano, calcula que, si la tormenta sigue arreciando, llegarán a ella en tres días. Los marineros comienzan a prepararse para los problemas: atan las cargas para que no se muevan con los embates de las olas, tienen listos los cabos por si caen al agua y rezan a Kord y Melora para que los salven. El diluvio parece que no se va a tomar un descanso, pero cuando el Tempestad ya empieza a sentir las embravecidas olas, el cielo en el horizonte se despeja rápidamente, como si la mano de una deidad dispersara las peligrosas nubes. Todo vuelve a estar en calma.
  A las pocas horas de navegar por donde arreció el aguacero, se ven flotando a los costados del barco los restos de un naufragio: listones de madera, barriles y trozos de velamen. Nadie se sorprende, estas vistas son comunes para aquellos que cabalgan sobre las olas. Altair, mirando por el catalejo puede ver un botecito entre los destrozos. Inmediatamente llama al Capitán, quien se dirige al castillo de proa, donde establece su conexión con el mar. Puede distinguir una figura humanoide remando en la pequeña embarcación. Da las órdenes necesarias para virar el barco hacia el remero errante. Cuando se pone en paralelo con el barco, los marineros le arrojan una escala de cuerdas y la figura sube al Tempestad. El hombre tiene un aire desprolijo, sus ropas empapadas por las aguas del mar son un rejunte de distintos estilos. Su cara tiene claros rasgos elfos, pero parecen diluidos en una mezcla de razas. El Primer Oficial lleva al náufrago al camarote del Capitán, donde será interrogado.
Lunder, el náufrago.
  Alain realiza un encantamiento tratando de detectar si el semielfo lleva algo de magia, y encuentra rastros de magia de transmutación. Le susurra este resultado al Capitán. Max, dándose aires de superioridad, empieza el interrogatorio, tratando de averiguar quién es y de dónde proviene el extraño. El náufrago dice llamarse Lunder y ser un arqueólogo, interesado en las civilizaciones antiguas. Su barco fue azotado por la tormenta reciente y fue el único que se salvo.
  "Algunos tienen suerte y otros tienen barcos."- responde, soberbio, el Capitán. Invitan a Lunder a acompañarlos en su travesía, prometiendo dejarlo en el próximo puerto seguro. Alain se emociona al darse cuenta que encontró un colega del saber, y pasa los próximos días comparando notas sobre los descubrimientos del arqueólogo.
  Pasan algunos días, mientras el Tempestad vira hacia el sudoeste, para realizar la última travesía hacia Isla Anguila. Los vestigios rosas y dorados de la tarde pintan el cielo como el interior de madreperla de una almeja. Los vívidos colores contrastan fuertemente con la interminable planicie azul oscuro que rodea la nave. Nubes azules se acumulan en las esquinas del firmamento, formando magnificas tormentas al norte, en el horizonte; pero no representan una amenaza para el barco.
  Mientras se levanta una fría brisa, llevando espuma y sal a la tripulación, un grito surge desde el carajo del barco: "¡Hombre al agua!"- grita el vigía. La tripulación gira sus miradas y apunta hacia las olas de estribor. Una figura humanoide lucha debilmente contra las oscuras olas, cerca del casco del barco. Al ver su salvación tan cerca, la mujer lanza un lastimero gemido, como suplicando ayuda. A la vez, la inconfundible aleta dorsal de un tiburón surca las aguas, siguiendo su presa.
Una damisela en apuros
  El Capitán Max y Alain empiezan a disparar hacia el tiburón, flechas y hechizos se hunden en el agua sin acertar su objetivo. Altair lanza una soga hacia la mujer, que ella atrapa en seguida. Lunder se dispone a interceder, pero un viejo lobo de mar lo agarra del brazo y le dice que es peligroso entrometerse en estos asuntos, las historias de sirenas cuentan de muchos hombres perdidos por intentar ayudarlas. Los esfuerzos de la joven parecen que la van a poner a salvo, cuando el tiburón muerde su pierna. Sin perder el tiempo, el Capitán salta por la borda para rescatar a la mujer. Cuando las burbujas y el impacto se dispersan y le dejan ver, puede observar que la situación es más desesperada que la primera impresión: dos tiburones más acechan debajo de las olas.
  Mientras Max dispone sus espadas para la lucha, una figura surge de las profundidades. Una extraña criatura humanoide se interpone entre la jovencita y sus perseguidores. La figura les habla en un idioma inentendible. El capitán puede ver como uno de los tiburones da media vuelta y se aleja, mientras que los otros dos animales empiezan una lucha a muerte. Entretanto, la tripulación une esfuerzos para levantar a la mujer de entre las olas, tirando de la soga. Antes de izarla, su salvador se acerca y una luz azul verdosa brilla mientras le pasa sus manos por sobre las piernas lastimadas. Max se acerca nadando hacia el extraño hombre. Sorprendido, ve una criatura de leyenda, un tritón.
Voros Bagelmath
  Éste dice que su nombre es Voros, y le muestra al humano un dardo de hueso. "La elfa puede estar envenenada, en peligro." -dice con preocupación. Altair tira una escala de cuerda para que el Capitán pueda subir a cubierta. En un visto y no visto, el tritón se sumerge, toma impulso nadando a gran velocidad y salta desde las aguas hasta la cubierta del barco. Inmediatamente se abre camino entre la tripulación y, recurriendo a su magia, cura las heridas y el veneno de la mujer. Cuando Max termina de subir, puede ver que la rescatada no es una simple humana, si no una elfa de cabellos verdes y piel blancoazulada. Está desnuda, con solo algunas algas y unos hermosos brazaletes de plata como adornos. Alain, el mago, la identifica como una elfa del mar. Altair da sus ordenes, y la joven es llevada al camarote del capitán para que se recupere. La siguen Max, el primer oficial, el mago, el arqueólogo y el tritón.
Museio, la elfa marina
  Cuando está cómoda en la cama del Capitán, la elfa tose, como aclarándose la voz y cuenta su historia:
  "Mi nombre es Museio, les agradezco por su oportuna ayuda. Mis fuerzas están agotadas. Soy una portadora de mensajes; mi deber es llevar noticias entre las comunidades de Elfos Marinos. Maldigo el día que decidí aprovechar las rápidas aguas de Moray para llevar un mensaje a mis hermanos del sur. Mientras nadaba cerca de la superficie noté una banda de los odiados sahuagin, cerca de una de las islas habitadas por las gentes que respiran aire.
  Que me maldiga la Tormenta, intenté acercarme a espiar a los diablos del mar; normalmente no frecuentan estas regiones. Aprovechando un bosquecillo de algas, me acerqué lo suficiente para ver y oír una extraña conversación entre un sahuagin del tamaño de un elfo y una figura monstruosamente grande, un señor de los hombre tiburón con cuatro brazos, como cuentan las canciones. Nunca había visto un espécimen tan grande, su tamaño indicaba sus muchos años de vida.
  El pequeño sahuagin le preguntaba al más grande, con un tono disgustado, '¿Cuál es la finalidad de todo esto?'.
  El gigante le respondió, 'Como comanda la Madre en lo Profundo, La Piedra que Espera debe ser devuelta al Trono de Dientes.'
  Luego, mi suerte se acabó. El sahuagin más menudo debió verme, ya que centró su atención en mí; y, con un rápido movimiento, me lanzó uno de sus dardos emponzoñados. Agradezco al Príncipe Delfín, logré perderlos en el bosquecillo de algas, pero sus tiburones debieron sentir el olor de mi sangre... Si no hubiera sido rescatada por ustedes, estaría muerta."
  Luego de su discurso, la elfa se duerme, vencida por el cansancio. El Capitán decide dejarla descansar, y gira su atención al tritón. Le agradece su ayuda, y lo invita a viajar con ellos hasta poder dilucidar cuál es la razón por la que los sahuagin acechan estas aguas. El tritón acepta, aunque los demás marineros parecen no estar de acuerdo, muchas veces los regalos del mar suelen estar envenenados.
  A la mañana siguiente, la elfa dice ya sentirse mejor, y se apresta a seguir con su misión. Mientras se despide, les agradece a sus salvadores, y le entrega al primer oficial sus brazaletes. Dice que en ellos está la protección del Príncipe Delfín, que van a ser de ayuda en sus aventuras.
El regalo de Museio
  Esa misma tarde, desde la borda del barco se puede ver el objetivo de su travesía, la Isla Anguila.
Travesía por el Archipiélago de Moray

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